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Cuando las autoridades de la ciudad alemana de Hamburg supieron que la dirección de la prisión de alta seguridad, Billderwër, planeaba juntar en el mismo territorio reclusos hombres y reclusas mujeres, se llevaron las manos a la cabeza alarmados ante la idea. Pero cuando el jefe de la operación arrojó un fajo de billetes sobre el escritorio del presidente y le dijo que aquello era solo el principio de una inmensa fortuna, empezaron a escucharles.

Y ese fue el peor error que pudieron cometer.

Prisión de alta seguridad de Billderwër, en Hamburgo, Alemania. En Septiembre de 2011, todas las cadenas de televisión del estado conectan por primera vez, en vivo y en directo, con la que es actualmente una de las prisiones más peligrosas del mundo. Refugiados en la seguridad de sus casas, los espectadores son testigos cada noche de viernes de uno de los más sádicos, brutales y morbosos reality shows de la historia.

Al principio la idea le resulta chocante a la población. Algunos se horrorizan al pensar en contemplar la parte más burda y cruel de la humanidad, y posteriormente venderla como material de entretenimiento; a decir verdad, no les falta razón. Este es, probablemente, uno de los actos más miserables que ha cometido la humanidad… y a la vez, uno de los más geniales.

Está todo cuidadosamente pensado. Días antes de que el programa televisivo se iniciase, las autoridades condujeron a la prisión tanto reclusos hombres como reclusas mujeres, con la idea que amasar el terreno para futuros conflictos; para ponerle las cosas fáciles a la agresividad inherente que todos ellos poseían. Y por si fuera poco, también llevaron a un tercer grupo ahí: inocentes. Civiles secuestrados por fuerzas mayores del estado, acusados de crímenes inexistentes; todo, con el objetivo de ser la carne de cañón del programa. Y su objetivo fue y es sólo uno: gravar esta acérrima lucha de todos contra todos sin intervenir.

¿Ética? ¿Moral? El presidente de Hamburg ha olvidado el significado de esos términos a partir del momento en que, al primer fajo de billetes, le ha seguido un segundo sobre su escritorio. Y habrá un tercero. Y un cuarto, y un quinto… oh, sí, las autoridades se están haciendo de oro con este programa. Y a su vez, los espectadores están contentos contemplando desde sus casas ese espectáculo de sangre, palizas, humillaciones e incluso violaciones y asesinatos. ¿Por qué deberían dejar de emitir el programa? ¿A quién hacen daño? ¿A los reclusos? Si los reclusos no son humanos. Ya no. Ahora son simple y llanamente, meros objetos de entretenimiento.

¿Y tú? ¿Entretendrás al público con tu sufrimiento? ¿Sobrevivirás en este preestablecido campo de batalla? ¿O quedarás fuera de juego durante las primeras emisiones del programa…?

De ti depende que puedas salir de aquí con vida. El juego ha empezado.